Los hijos van creciendo y llega un momento del proceso madurativo en el que se produce un cierto distanciamiento de nuestras vidas, al menos así lo sentimos los padres. Dejan de necesitarnos casi para todo y nosotros dejamos de ser los modelos y referencias obligadas. Ellos deben terminar de construir su personalidad y definir su identidad, lo cual deben hacer en gran medida por su cuenta. En esta etapa los amigos son de vital importancia, los cuales pasan a constituirse los compañeros de ruta. Los jóvenes son muy vulnerables al poder del grupo. Se ponen a prueba, a veces en situaciones peligrosas, para experimentar y marcar sus propios límites.
Las malas compañías aterran a madres y padres, el miedo nos atenaza. Tu hijo puede tener malas compañías y a la vez puede ser mala compañía, por eso es importante educar en valores, para que aprenda a convivir, respetar y ser respetado.
La solución no es prohibirle ir con esas malas compañías, ya que de esa manera comenzará a mentir y rebelarse. Más bien es conveniente tratar de preservar la vía del diálogo, que sepa que estamos ahí para cuando nos necesite, siempre brindándole nuestro afecto y ofreciéndole nuestra opinión cuando nos la pida. No es el fin del mundo, y aunque no se puede prohibir la compañía, algo se puede hacer para atenuar sus efectos:
- Habla con tu hijo, intenta conocer a sus amigos, nunca juzgues el carácter o personalidad de éstos, aunque sí puedes criticar hechos concretos que crees que no son los adecuados. A la vez puedes promover amistades más beneficiosas, tal vez proponiéndole actividades en otras áreas, como pueden ser la deportiva o cultural, cosas que le puedan interesar y donde pueda establecer contactos más positivos.
- Marcar límites.- Está bien que decida con quien y a donde va, pero sigue viviendo en nuestra casa y hay unas normas que cumplir para la armonía de la familia y el bienestar de todos sus miembros. Advertirle que habrá consecuencias si no cumple, explicándoles cuales son. Al principio sus reacciones pueden ser muy negativas, pero hay que perseverar y evitar hacer de esto un drama, tratando de dejar la discusión en el contexto y normalizando las demás áreas de convivencia familiar.
- Educación hacia la responsabilidad e independencia.- Una de las tareas más complejas, viene desde la primera infancia y le va a permitir tomar las mejores decisiones sin caer en las presiones del grupo; así podrá evitar verse implicado en situaciones de las que luego pueda arrepentirse. Las nuevas tendencias sociales, la incertidumbre sobre el futuro y la crisis de valores no ayudan a que nuestros jóvenes encuentren amistades sanas en su trayectoria vital.
Si a pesar de haber hecho todo lo posible, surgen problemas como agresividad, bajo rendimiento escolar o ausencia del Instituto, se muestran muy activos o excitados, o también demasiado pasivos o tienen cambios bruscos de humor, es hora de buscar ayuda profesional. En nuestro gabinete podemos ayudarte a resolver estas crisis juveniles y familiares, facilitar a los jóvenes vías más sanas para resolver sus conflictos personales y plantearse objetivos más beneficiosos y satisfactorios.
MARIA PILAR FUENTE
PSICÓLOGA