La mente humana se va desarrollando interactivamente con el ambiente que la persona tiene en la infancia. Si en algún momento, la persona experimenta un ambiente hostil, se crean sistemas defensivos que pueden resultar útiles para ese momento. Estos sistemas defensivos o estados de alarma pueden seguir repitiéndose en la etapa adulta y dispararse de un modo inconsciente, aunque en ese momento de la vida del paciente no tengan sentido y resulten incluso limitantes y disfuncionales. Así pues, la persona adulta de repente reacciona ante una determinada situación tal y como lo hizo en la infancia (momento en que desarrolló ese sistema defensivo).
Para superar estos mecanismos de defensa inconscientes que resultaron útiles en un momento de la vida, pero que en la actualidad no lo son, en ocasiones es necesario un trabajo concreto, que permite anular viejas redes neurológicas defensivas y crear otras nuevas más útiles y adaptativas. Para ello se pueden combinar diferentes enfoques como son EMDR (Reprocesamiento y Desensibilización a través de los Movimientos Oculares), Terapia Familiar Sistémica, Focusing o Integración del Ciclo Vital, entre otros. La suma de todos ellos, o la aplicación de cada uno para problemas específicos, facilita la resolución del malestar de la forma más eficiente posible, es decir con menos inversión, más resultados.
Entre los principales efectos podemos destacar el aumento de la autoestima. Favorece un “Yo” fuerte que potencie la aceptación en lugar de un “Ego” elevado más centrado en la imagen personal. Además del desarrollo de herramientas para mejorar la resolución de conflictos, el distanciamiento con el pasado y la eliminación de alarmas neuronales. Así como la recuperación de aquella energía que dejamos depositada en experiencias anteriores.
Los pacientes que han experimentado estos resultados en el proceso psicoterapéutico, comentan que:
- Obtienen una mayor capacidad para abandonar estrategias defensivas del pasado.
- Sienten que su “yo” es más capaz y sólido.
- Perciben una mejoría tanto en su capacidad para regular emociones como para disfrutar de la vida y las relaciones personales.
- Los pacientes terminan sintiendo que, aquello que ocurrió, está en el pasado. Que no forma parte de la actualidad, y no ejerce más poder sobre su persona. Ya no están presentes las emociones negativas que antes aparecían, ni en el pasado, ni en el “aquí y ahora”.
- Además, la persona vuelve a estar en contacto con su propia fortaleza y recursos personales. Aumentando así su seguridad y autoestima.
Siempre es un buen momento para sanar. No es lo mismo tener heridas que cicatrices.
María Pilar Fuente Psicóloga Sanitaria. Colegiada G-04034
Terapeuta Familiar Sistémica. Máster y Clínico EMDR.